domingo, 1 de febrero de 2015

Parmigiani, Del taller a la marca: la historia de un encuentro

La historia de
Parmigiani Fleurier,
a semejanza de la de otras muchas marcas, da comienzo con una situación más bien delicada.

En 1974 Michel Parmigiani, recién titulado, se enfrenta a una crisis sin precedentes en la industria relojera suiza, provocada por una afluencia masiva de movimientos de cuarzo procedentes de Japón.

Mucho más precisos y con un coste bastante inferior, este movimiento revolucionario pilla desprevenida a la industria suiza, que se muestra en ese momento sobrepasada y obsoleta. En el plazo de solo una década, la que más tarde será denominada «crisis del cuarzo» provoca la desaparición de 90 000 empleos y deja a toda una profesión a la deriva. 

A pesar de este panorama apocalíptico, Michel Parmigiani abre su propio taller en Couvet en 1976 y se sumerge con decisión en la relojería tradicional, como un paria, en contra del consejo de muchos.

«Cuando se ha trabajado en maravillas del pasado que forman parte del patrimonio de nuestra civilización como yo he tenido la oportunidad de hacer, no se puede creer simplemente que la relojería tradicional va a morir así», explicaría más tarde. 

Desde entonces, el enfoque de Michel Parmigiani queda claramente definido y se basa en una sola y única convicción: romper con el arte relojero tradicional solo puede resultar nefasto y una fuente de destrucción. 

Convertido en joven empresario, Michel se dedica de lleno a su gran pasión, la restauración. Paralelamente diseña también piezas únicas para los coleccionistas y consigue expresar así todo su savoir-faire en materia de complicaciones mecánicas. Su empresa, Mesure et Art du Temps, es un taller pequeño, pero floreciente. 


El año 1980 marca el comienzo de un cambio radical. Michel Parmigiani tiene un encuentro profesional que transformará el curso de su carrera y hará de Parmigiani Fleurier lo que es en la actualidad, el encuentro con la familia Sandoz. 

Heredera del grupo farmacéutico Sandoz (en la actualidad Novartis), la familia Sandoz posee una de las colecciones suizas más impresionantes de relojes de bolsillo y autómatas, la Collection Edouard Marcel Sandoz.

En esa época, Effrène Jobin, conservador del Museo de relojería de Le Locle, era el encargado de restaurar estas excepcionales obras y de buscar un sucesor dada su próxima jubilación. Jobin presenta a Michel Parmigiani a la familia y les convence de confiarle su colección. 

Con el paso de los años, los miembros de la familia descubren el talento incomparable de Michel como relojero y aprenden a apreciarlo, tanto como persona como por sus conocimientos de nuestra herencia del pasado. Pierre Landolt, al frente de la fundación, le anima a abandonar el reducido espacio de su pequeño taller y a embarcarse en un proyecto más ambicioso: crear su propia marca y hacer realidad plenamente sus sueños de relojero. La marca Parmigiani Fleurier nace en 1996.

Poco tiempo después la Fondation de Famille Sandoz decide que una marca auténtica debe no solo diseñar movimientos, sino también fabricarlos, es decir, producir el conjunto de los componentes respetando la calidad y la factura previstas. Se trata del inicio de la verticalización de la producción. Gracias a una serie de adquisiciones, de pequeños proveedores de calidad exclusivamente, se reúne a fabricantes de componentes, cajas y esferas y se empiezan a realizar escapes propios. Rápidamente Parmigiani Fleurier controla por completo la realización de todos los componentes, de modo que adquiere una independencia total. Parmigiani Fleurier se convierte desde entonces en una marca capaz de realizar los proyectos más impensables, en los que la factibilidad mecánica es el único límite. El sueño se convierte en realidad.

Las unidades de producción, agrupadas actualmente bajo la denominación de «Manufactures Horlogères de la Fondation» se han reunido en menos de cuatro años. Estas unidades representan la confianza establecida entre un relojero con talento y una familia vinculada a una visión.

Gracias a esta estructura única, Parmigiani Fleurier ha alcanzado en tan solo unos años un nivel de credibilidad elevado. Seis colecciones y veintisiete calibres desarrollados internamente, cuatro de ellos primicias mundiales, es el camino recorrido por la marca desde su nacimiento. Un camino que podría llevar siglos a otras marcas.

Independientemente de cuáles sean los proyectos y las realizaciones, Parmigiani Fleurier nunca pierde de vista sus orígenes. La marca permanece fiel a sus valores fundadores, es decir, a la restauración de las obras del pasado y a la capacidad de inspirarse en esta herencia para crear construcciones mecánicas actuales.

Parmigiani Fleurier se considera estrechamente ligado a la herencia de sus ancestros y hace gala de la voluntad de hacer brillar estos tesoros del pasado sin apropiárselos jamás, pero sintiéndose también arraigado a su tiempo con decisión.





(jighInfo-con información de Parmigiani)